De Marrakech a Vivaldi pasando por Arizona

El nuevo primer ministro belga, Alexander de Croo (centro de la imagen) | © Raul Mee / EU2017EE Estonian Presidency
El nuevo primer ministro belga, Alexander de Croo (centro de la imagen) | © Raul Mee / EU2017EE Estonian Presidency

Casi 2 años han pasado desde que Bélgica tuvo un gobierno estable por última vez: a principios de diciembre de 2018 comentamos aquí la caída del gobierno de Charles Michel y, posteriormente, los resultados de las elecciones, que mostraron una fuerte polarización hacia la derecha en Flandes y hacia la izquierda en Valonia, lo cual dificultaba enormemente la negociación de un gobierno con una mayoría de diputados suficiente a ambos lados de la frontera lingüística.

Sin embargo, y después de unas elecciones, una crisis sanitaria (no terminada, desgraciadamente) y una serie de circunstancias que explicaremos a continuación, Bélgica tiene un gobierno encabezado por el liberal flamenco Alexander de Croo y apoyado por liberales (MR y Open VLD), socialistas (PS y SP.A), verdes (Ecolo-Groen) y democristianos flamencos (CD&V, sin los francófonos del CDH). Se trata de una coalición que cuenta con el apoyo de la parte francófona (47 diputados de 63) pero sin mayoría en la parte flamenca (41 diputados de 87), lo cual ha suscitado fuertes críticas de los nacionalistas flamencos. Pero la suma total da 87 diputados, lo cual significa que cuenta con la mayoría absoluta de la cámara (150). Contrariamente a lo que se piensa, no es obligatorio (aunque sí aconsejable) que un gobierno tenga mayoría en ambos grupos lingüísticos, y de hecho, el gobierno Michel tampoco tenía mayoría en el lado francófono.

Ha costado mucho llegar a esta coalición «Vivaldi», llamada así porque cada una de las cuatro familias de partidos que la componen representan una estación del año, como en la obra más famosa del compositor italiano, Las cuatro estaciones. Vamos a intentar resumir lo máximo posible qué ha ocurrido en estos meses y cómo hemos llegado hasta aquí.

El gobierno de emergencia de Sophie Wilmès.

Tras la caída del gobierno en diciembre de 2018 por la oposición del N-VA al pacto migratorio de Marrakech, se había optado por aguantar hasta las elecciones de mayo de 2019 con un gobierno en affaires courantes (en funciones). Sin embargo, el resultado tan polarizado en las elecciones había sido un jarro de agua fría para todos y la parálisis se instaló en la vida política belga: los líderes parecían incapaces de encontrar una salida adecuada con los resultados salidos de las elecciones, que no ofrecían mayorías estables.

Pocos movimientos realmente importantes se produjeron entre mayo de 2019 y marzo de 2020 más allá de las misiones infructuosas de varios informateurs como Koen Geens (ministro de Justicia) o el dúo Sabine Laruelle/Patrick Dewael (presidentes del Senado y de la Cámara de Representantes, respectivamente), que seguían sin encontrar una solución al problema: quizás la idea más llamativa fue la «coalición espejo» propuesta por el líder del CD&V Joachim Coens: que los partidos en el gobierno en Flandes y Valonia se «reflejaran» en el gobierno federal y formaran parte de él, idea que fue fuertemente criticada por parte francófona por «olvidar» a Bruselas. Por otra parte, las coaliciones Arizona y Vivaldi empezaban a sonar como posibles soluciones.

La crisis del Covid-19 y la necesidad de que el gobierno tomara decisiones importantes que no podían tomarse estando en funciones parecieron sacar a la política belga del impasse. Y así fue cómo Sophie Wilmès, que había sido nombrada primera ministra en funciones el 27 de octubre tras la salida de Charles Michel, fue elegida Primera Ministra con plenos poderes para actuar contra la pandemia, con el apoyo extraordinario de 10 partidos políticos de la Cámara.

Con un mandato estable para varios meses y con fuertes restricciones a causa de la pandemia, la política quedó durante un tiempo aparcada, ya que Bélgica presentó además unas cifras realmente malas durante varias semanas. Sin embargo, con la llegada del verano y la mejora de la situación, los líderes políticos volvieron al trabajo.

Arizona: la unión ¿deseable? imposible

Hemos comentado en más de una ocasión la fuerte rivalidad que hay entre el partido socialista francófono (PS) y el partido nacionalista flamenco (N-VA): sus postulados son prácticamente opuestos y son los partidos más votados en sus respectivas regiones. La idea de sentar a ambos partidos en la misma mesa de negociación se hacía muy complicada pero parecía igualmente necesaria para intentar desbloquear la situación.

A finales de junio/principios de julio, los líderes de los 3 partidos que formaban parte del gobierno Wilmès (llamados «los tres Reyes Magos»), empezaron una serie de consultas para acercarse a varios partidos políticos, principalmente al N-VA y al SP.A (socialistas flamencos), pero, paralelamente, el PS y el N-VA iban reconociendo que tenían que dejar a un lado sus diferencias. Finalmente, el 20 de julio, los líderes de ambos partidos Paul Magnette y Bart de Wever recibían del rey Felipe el encargo de buscar una mayoría de gobierno.

Así fue como comenzaba el intento de la «vía Arizona», llamada así por sus colores, que representan a los partidos que en principio podían integrarla: rojo (socialistas), azul (liberales), amarillo (nacionalistas) y naranja (democristianos).

Bandera del estado de Arizona

Sin embargo, las fuertes diferencias entre De Wever y el joven líder liberal francófono Georges-Louis Bouchez acabaron con la retirada de la familia liberal de la negociación, por lo que la posible coalición perdía su mayoría parlamentaria. Las negociaciones continuaron, pero un comunicado conjunto de liberales y verdes mostrando su rechazo a los puntos del acuerdo que se iban haciendo públicos hirió de muerte la misión de Magnette y De Wever.

Finalmente, el 14 de agosto ambos líderes presentaban su dimisión. La posibilidad de un histórico acuerdo N-VA/PS se desvanecía… por la influencia de un tercero.

Los liberales toman el mando

Tras unos días de confusión, en los que incluso la posibilidad de elecciones anticipadas estuvo presente, el 18 de agosto el líder liberal flamenco Egbert Lachaert aceptaba del rey la misión de buscar una nueva mayoría de gobierno.

Tras unas semanas de consultas, a principios de septiembre se empezaban a ver varios signos positivos en las reuniones entre partidos: en principio eran 8: los liberales (MR y Open VLD), socialistas (PS y SP.A), verdes (ECOLO-Groen) y democristianos (CD&V y CDH), aunque los democristianos francófonos finalmente cayeron de las negociaciones.

El hecho de que la coalición no tuviera una mayoría de votos en el lado flamenco (41 de 87) despertó fuertes críticas desde el inicio, sobre todo por parte del N-VA, que además se ha sentido traicionado por los liberales (con los que gobierna en Flandes).

La importancia e influencia de los liberales en este proceso ha sido tan grande que ellos mismos estuvieron hace unas semanas a punto de «cargarse» también esta negociación por unas polémicas palabras de su líder francófono Bouchez sobre quién encabezaría el próximo gobierno.

Finalmente, las aguas volvían a su cauce y el 28 de septiembre se anunciaba que un acuerdo de gobierno sería «inminente», acuerdo que se cerró el 30 de septiembre con el nombramiento del liberal flamenco Alexander de Croo, de 44 años, como nuevo primer ministro y la jura de su gobierno, compuesto por 14 ministerios y 5 secretarías de Estado con rango de ministerio.

Bélgica ha tardado 493 días en formar gobierno desde las elecciones del 26 de mayo de 2019, pero si tenemos en cuenta que el gobierno de Michel cayó el 18 de diciembre de 2018 (y sin tener en cuenta el paréntesis de Wilmès por la crisis del Covid-19), el país ha estado realmente 652 días sin un gobierno estable.

¿Qué le espera al gobierno De Croo?

Sin duda la crisis del Covid-19 ha cambiado toda la política de los países, y a eso tendrá que hacer frente De Croo, quien junto al líder socialista Magnette, presentó el día 30 su programa de gobierno fruto de los acuerdos alcanzados con los otros partidos. No en vano, uno de los puestos del nuevo gobierno es una secretaría de Estado para la Recuperación Económica, con rango de ministerio, encabezada por el socialista francófono Thomas Dermine.

Más difícil incluso parece la lucha política con los otros partidos de la cámara (la extrema izquierda del PVDA-PTB, el N-VA y la extrema derecha del Vlaams Belang), algunos de los cuales ya ha anunciado una oposición «por tierra, mar y aire» a este gobierno que consideran «ilegítimo». Mucho tendrá que trabajar y pelear su gobierno para ganar la batalla de la opinión pública, especialmente al norte del país, donde preocupa y mucho la subida del Vlaams Belang, primer partido de Flandes según las encuestas.

Las próximas elecciones belgas están previstas para 2024. La situación interna no es estable y está fuertemente condicionada por las circunstancias actuales. Le deseamos mucha suerte al nuevo primer ministro, sin duda la va a necesitar.

Las siete vidas de Elio di Rupo

Elio di Rupo en 2008. © Luc Van Braekel / Wikimedia Commons
Elio di Rupo en 2008. © Luc Van Braekel / Wikimedia Commons

Bélgica vive desde hace meses sumida en un impasse sin precedentes: no hay gobierno a nivel federal y durante el verano, tampoco lo ha habido en ni en Valonia ni en Flandes (en esta última región no lo hubo hasta ayer mismo). Por eso, la noticia del acuerdo de gobierno en Valonia publicada hace unas semanas fue ampliamente recogida por la prensa de todo el país, especialmente en la del sur.

El acuerdo alcanzado entre las tres fuerzas políticas valonas con mayor número de escaños (socialistas, conservadores y verdes) hará ministro-presidente de Valonia a un viejo conocido: Elio di Rupo, que será investido por tercera vez para el cargo (ya ocupó este puesto entre 1999 y 2000 y entre 2005 y 2007).

Ex-ministro federal, ex-primer ministro de Bélgica, ex-ministro-presidente de Valonia, ex-ministro de la Comunidad Francesa, ex-alcalde de Mons… la carrera política de Elio di Rupo es tan intensa como la historia personal que de él conocemos. Hoy nos acercamos a esta importante figura y a sus distintas «vidas» en todos los ámbitos de la política belga.

 

Breve biografía

Elio di Rupo nació en Morlanwelz (Henao) el 18 de julio de 1951, siendo el pequeño de una familia originaria de la región italiana de los Abruzos y el único miembro de la misma nacido en Bélgica. Su padre murió en un accidente cuando él apenas tenía un año de edad, dejando a su madre viuda y a cargo de siete hijos.

Licenciado en Químicas por la Universidad de Mons y doctor por la Universidad de Leeds (1977), Di Rupo compaginó durante años su carrera profesional en la Universidad de Mons (investigación) con su militancia socialista, siendo elegido concejal en el ayuntamiento de esta ciudad por primera vez en 1982. Posteriormente fue diputado en la Cámara de Representantes (1987), eurodiputado (1989), senador (1991) y en 1992, finalmente, entró por primera vez en un gobierno al ser elegido ministro de Educación de la Comunidad Francesa.

En 1994 entró en el gobierno federal, siendo nombrado viceprimer ministro y ministro de Comunicaciones y Empresas Públicas hasta 1995, año en que fue nombrado viceprimer ministro y ministro de Economía y Telecomunicaciones, cargo que ocupó hasta 1999. Entre 1999 y 2000 fue ministro-presidente de Valonia y en 2000 ganó las elecciones a la alcaldía de Mons, siendo alcalde de esta ciudad hasta 2018 (salvo cuando ha ocupado otros cargos que no eran compatibles). También fue, entre 2005 y 2006, consejero del banco Dexia (hoy Belfius).

Fue presidente del PS entre 1999 y 2011 (tuvo que dejarlo cuando se convirtió en primer ministro) y volvió a ese puesto en 2014, aunque dejará el cargo definitivamente a finales de octubre de este año. Personaje fundamental del socialismo francófono desde hace más de 30 años, Di Rupo ha tenido una presencia muy importante durante muchos años en la vida política belga, sobre todo desde 2007, ya que fue cabeza de lista del PS en la Cámara de Representantes, y ha sido testigo de excepción de toda la crisis política belga entre 2007 y 2011. Y fue en la política federal en la que, de manera inesperada, alcanzó el cénit de su carrera al ser nombrado primer ministro en diciembre de 2011, poniendo fin al récord de 541 días sin gobierno. Di Rupo fue además el primer francófono que accedía al puesto de primer ministro desde 1974, año en el que dejó el poder el también socialista francófono Edmond Leburton.

En las elecciones de 2014, en las que Di Rupo aspiraba a revalidar su mandato, el PS volvió a ser el partido más votado de Valonia (aunque perdió 3 escaños) y en general, los partidos con los que gobernó en coalición obtuvieron unos resultados bastante aceptables. Podría haber repetido la coalición gubernamental, pero la fuerte subida del N-VA en Flandes hacía inevitable que este partido entrara en el gobierno, y por lo tanto, inviable que el PS siguiera en el poder. Finalmente, se votó una nueva coalición de centro-derecha y nacionalista flamenca que hizo primer ministro a Charles Michel (MR) y Di Rupo volvió a su puesto como alcalde de Mons.

El tono moderado y relajado de sus intervenciones y su aspecto siempre cuidado, con sus gafas y sus famosas pajaritas, han dejado una importante huella en el imaginario de los belgas, si bien la popularidad de la que goza en el sur francófono (prueba de ello son sus resultados electorales) contrasta con la frialdad y hostilidad con la que se le ve en el norte flamenco, incluso entre algunos socialistas.

 

El caso Trunsgach

La dilatada carrera política de Di Rupo estuvo a punto de irse al traste en 1996, cuando un joven llamado Olivier Trusgnach le acusó de haber abusado sexualmente de él cuando era menor de edad. La acusación se produjo en el contexto de una Bélgica conmocionada por los crímenes de Marc Dutroux.

El escándalo Trunsgach fue un duro golpe para Di Rupo, ya que además de haber recibido una acusación gravísima en un momento en el que la sociedad belga estaba consternada por las atrocidades de Dutroux, hizo que admitiera públicamente su homosexualidad, algo poco habitual en aquella época. Sin embargo, fue absuelto de esta acusación.

A pesar de todo, la sombra de este escándalo ha aparecido de vez en cuando en la vida de Di Rupo: la última vez fue en marzo de 2014, cuando el diputado Laurent Louis le llamó «pedófilo» en plena sesión parlamentaria.

 

El neerlandés

Resulta evidente que para dar el salto a la política nacional en Bélgica hay que tener un nivel perfecto de los dos idiomas principales del país (francés y neerlandés). No es el caso de Di Rupo, que empezó a estudiar neerlandés con casi 50 años y al que varios medios flamencos han cuestionado su bajo nivel en este idioma, llegando a decir que traducía literalmente las frases del francés al neerlandés, lo cual daba lugar a expresiones confusas en ruedas de prensa. Algunos medios dicen incluso que tampoco habla bien italiano, que se supone que es una de sus lenguas maternas (junto con el francés).

Preguntado al respecto, Di Rupo confesó que tiene problemas para entender neerlandés debido a un accidente de tráfico que sufrió hace años y que le dejó con problemas de audición.

Los comentarios sobre su nivel de neerlandés llegaron incluso al primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, quien tras una reunión con Di Rupo, declaró que hablaba bien neerlandés y que su reunión con él había transcurrido en ese idioma sin ningún problema, zanjando así la polémica.

 

Di Rupo, que tiene 68 años, comienza ahora un nuevo episodio en su intensísima carrera política. La prudencia que le caracteriza y los innumerables equilibrios que sin duda aprendió a hacer durante su etapa en la política federal le han servido para alcanzar un acuerdo de gobierno entre partidos que durante mucho tiempo han tenido una fuerte rivalidad.

Un superviviente que previsiblemente tendrá ahora unos años de tranquilidad.

Después de la tormenta

Carteles electorales en Kortrijk | Mileau - Wikimedia Commons
Carteles electorales en Kortrijk | Mileau – Wikimedia Commons

He preferido no hacer un post explicativo sobre las elecciones inmediatamente después y esperar a que la situación se calme un poco para poder escribir tranquilamente sobre lo que ha sucedido, ya que aunque en general no ha habido grandes sorpresas, sí que ha habido detalles importantes que pueden cambiar el panorama político belga, sobre todo en Flandes y en Bruselas.

 

Bruselas: el terremoto verde

Sin duda la coalición de partidos verdes Ecolo (francófono) y Groen (flamenco) ha sido la vencedora real y moral de las elecciones en la Región de Bruselas-Capital: primera fuerza en tres ayuntamientos y segunda en dos (entre ellos Bruselas ciudad). Sorprendentemente, el PS no ha perdido tanto como se predecía, e incluso ha seguido siendo el primer partido en Bruselas y ha recuperado Molenbeek. Los partidos conservadores como el MR (francófono) y N-VA (nacionalista flamenco) han obtenido unos resultados muy discretos. Y finalmente, el partido ISLAM, del que ya os hablamos hace unas semanas, se ha quedado sin representación en los ayuntamientos en los que la tenía.

Y como curiosidad, Pierre Kompany, padre del futbolista Vincent Kompany, se convertirá en el primer alcalde negro de Bélgica al haber ganado las elecciones en el ayuntamiento de Ganshoren.

 

Flandes: lucha a todos los niveles

Aunque sé que la autocita no es elegante, en el análisis que realicé sobre las elecciones en Flandes indiqué dos tendencias que se han cumplido: la sobrada victoria del N-VA en Amberes (aunque con un ligero retroceso) y el calamitoso resultado de los socialistas en general, manteniendo in extremis la alcaldía Lovaina y perdiendo Brujas, Hasselt y probablemente Gante y Ostende (votos en beneficio de los verdes y el PVDA, principalmente).

Sin embargo, se han abierto dos frentes con los que yo no contaba: por un lado, y a pesar de que el N-VA es el partido que más votos ha obtenido (aunque bastante a la baja, y de hecho con muy malos resultados en ciudades grandes como Gante o Brujas), es el cristianodemócrata CD&V quien ha conseguido más alcaldías en Flandes, lo cual puede indicar un cambio de tendencia de cara a las elecciones del año que viene; y por otro lado, la subida de la extrema derecha del Vlaams Belang, que ha obtenido unos resultados excelentes que podrían incluso hacer que el «cordón sanitario» que tiene se termine: es más, podría por primera vez obtener una alcaldía, la de Ninove.

 

Valonia: la caída del PS… pero no mucho

Las encuestas habían pronosticado una gran subida de la extrema izquierda del PTB que amenazaría la tradicional hegemonía socialista en las grandes ciudades valonas, pero al final, y a pesar de que sus resultados han sido muy buenos (segunda fuerza en varias ciudades importantes) y que el voto de castigo a los socialistas ha sido claro, no se ha producido el «terremoto» que se temía: el PS ha ganado holgadamente en sus feudos de Charleroi, Lieja y Mons y es casi seguro que podrá mantener estas alcaldías. Los cristiano demócratas fracófonos del CDH han tenido unos resultados discretos, pero conservan Namur y Mouscron, y el MR se conforma con mantener Wavre y Waterloo. Los verdes de Ecolo han ganado también presencia en Valonia, lo cual será también importante de cara a las elecciones federales.

 

Los resultados en los ayuntamientos belgas se pueden consultar en los siguientes enlaces:

Resultados en Flandes

Resultados en Valonia (excepto Comunidad Germanófona)

Resultados en la Región de Bruselas

Resultados en la Comunidad Germanófona

 

La fiesta de la Comunidad Francesa

'Episodio de la Revolución belga de 1830', obra del pintor Gustaaf Wappers.
‘Episodio de la Revolución belga de 1830’, obra del pintor Gustaaf Wappers. La fiesta de esta Comunidad está directamente relacionada con la independencia de Bélgica.

Cuando hablamos de Bélgica, a menudo usamos los términos Valonia y Comunidad Francesa (hoy Federación Valonia-Bruselas) como si fueran sinónimos, cuando realmente no lo son. Es cierto que el sur es mayoritariamente francófono pero ni todos los francófonos viven en Valonia (más de un tercio viven en Bruselas) ni toda Valonia es francófona (ya que incluye los Cantones del Este, la Comunidad de habla alemana).

Al igual que las otras comunidades lingüísticas, la Comunidad Francesa aparece en los años 70, cuando comenzó la descentralización de Bélgica. A diferencia de en Flandes, donde la Comunidad lingüística y la región física sí se unieron para crear un único órgano gubernamental, el gran número de francófonos en Bruselas (fuera de Valonia) y la existencia de una segunda lengua oficial en territorio valón (el alemán) hizo que la Comunidad Francesa y la Región de Valonia no se unieran. Sin embargo, la Comunidad Francesa y Valonia sí que tienen una presencia conjunta en el exterior y ante ciertas instituciones.

En 2011 la Comunidad Francesa de Bélgica optó por llamarse Fédération Wallonie-Bruxelles, nombre no exento de polémica ya que los flamencos entienden que se les excluye de Bruselas, ciudad oficialmente bilingüe. Tal ha sido la polémica que el gobierno de Flandes se niega a usar ese nombre (oficialmente porque «no aparece así en la Constitución«, cosa que efectivamente es cierta, ya que se mantiene el nombre de «Comunidad Francesa») y la televisión pública flamenca tampoco lo usa.

El 27 de septiembre es festivo oficial desde 1981 y se realizan numerosos conciertos y actividades culturales en Bruselas y en ciudades francófonas de la Valonia.

 

¿Qué se celebra?

Se conmemora la expulsión de las tropas del príncipe Federico de los Países Bajos de Bruselas durante la Revolución de 1830 que culminó con la independencia de Bélgica. La revuelta había comenzado el 25 de agosto de ese año tras la representación de la ópera La muda de Portici (en francés, La muette de Portici) en el Teatro de la Moneda.

El príncipe Federico había dispuesto cerca de 14.000 hombres en el Parque de Bruselas para restaurar el orden en la ciudad, pero los bruselenses, con ayuda de voluntarios valones, lograron que las tropas holandesas se retiraran del parque en la madrugada del 26 al 27 de septiembre de 1830 de manera definitiva. El 4 de octubre, Bélgica declaró su independencia.

La elección de la fecha tiene un doble significado: por un lado, es un día de enorme importancia en la independencia de Bélgica y, por otro lado, la ayuda de los voluntarios valones al pueblo de Bruselas subraya el vínculo que une a estas dos regiones.

 

¿Tiene símbolos propios? ¿Y capital?

La Federación Bruselas-Valonia usa la misma bandera que Valonia (la del Gallo Valón, de la cual ya hemos hablado) de manera oficiosa desde 1975 y de manera oficial desde 1998. No tiene himno.

La capital de la Federación se encuentra en Bruselas y su parlamento se ubica en el Hôtel de Ligne, un edificio muy próximo al Palacio Real. El parlamento lo componen 94 diputados: los 75 del Parlamento de Valonia más 19 del grupo francófono del Parlamento de la Región de Bruselas.

Su presidente es el socialista Rudy Demotte.

El accidente de Précot

 

Interior de la estación de tren de Lovaina. Wikimedia Commons
Interior de la estación de tren de Lovaina, de donde salió uno de los trenes implicados en el accidente. Wikimedia Commons

A pesar de que el tren es uno de los medios de transporte más seguros, desgraciadamente también hay accidentes. Sin in más lejos, uno de los más graves de los últimos años en Europa se produjo en Buizingen (sur de Bruselas) en 2010, cuando un tren que se había saltado un semáforo chocó contra otro que estaba parado, provocando 19 muertos y 162 heridos.

Sin embargo, el de Précot (pedanía del municipio de Grez-Doiceau, situada cerca de Waterloo) es algo distinto: 8 personas murierion y 12 resultaron heridas. En principio, la causa fue que un conductor de tren se saltó un semáforo en rojo, pero lo peor vino justo después: un problema de idioma entre dos empleados de los ferrocarriles belgas (un flamenco y un francófono) que no se entendieron al teléfono, a lo que siguió una catarata de errores humanos.

 

¿Qué ocurrió?

El accidente se produjo el 27 de marzo de 2001 hacia las 8:47 de la mañana en la línea de ferrocarril Lovaina-Ottignies: un empleado de la estación de Wavre (Valonia, muy cercana al lugar del suceso) se percató a las 8:40 de que un tren vacío se había saltado un semáforo en rojo e iba hacia Lovania (Flandes) por la vía equivocada, en sentido contrario.

El empleado llamó por teléfono a la estación de Lovaina (de donde iba a salir por esa misma vía un tren con pasajeros hacia Ottignies) para informar del hecho, y aquí sucedió el que para muchos es el momento clave: durante unos 30 segundos, el empleado de Wavre y el de Lovaina mantuvieron una conversación sin sentido en la que ninguno entendía al otro. El valón llamó en francés a su colega flamenco, quien le respondió «no entiendo, no entiendo, ¿hablas flamenco?», a lo que siguió un «espera» en francés y un largo silencio. El empleado flamenco entendió que le habían colgado y también colgó, terminando así la conversación. Los empleados no tenían la obligación de ser bilingües o de hablar el otro idioma oficial del país.

A todo esto y ante el pánico reinante en la estación de Wavre, no se siguieron correctamente los protocolos y empezaron a sumarse un sinfín de errores humanos: se tardó más de lo normal en llamar a la central para que cortaran la corriente de la catenaria (y así hacer que los trenes usaran el freno de emergencia) y cuando lo hicieron, llamaron a Bruselas en lugar de a Namur, que era la oficina responsable. La línea de ferrocarril Lovaina-Ottignies no tenía conexión telefónica, por lo que nadie podía ponerse en contacto con los maquinistas. Y mientras tanto, y dado que no se sabía dónde estaban los trenes exactamente, se involucró también a las oficinas de Namur (por la parte valona) y Amberes (por la parte flamenca), creando una confusión aún mayor. La actuación desde la estación de Lovaina fue también criticada por su pasividad.

Cuando finalmente desde Namur se pudo cortar la electricidad, eran ya las 8:45. El accidente se produjo dos minutos más tarde: ambos trenes chocaron de frente.

 

Consecuencias

Se celebró un juicio y la sentencia se dio a conocer el 15 de septiembre de 2004: la SNCB/NMBS (ferrocarriles belgas) fue declarada culpable del accidente, exonerando de toda responsabilidad a los maquinistas de ambos trenes (que fallecieron en el acto). De hecho, fueron concretamente los empleados involucrados en las cadenas de comunicación y mando explicadas anteriormente (Wavre, Namur, Amberes, Lovania y Bruselas) los señalados como culpables ya que el tribunal consideró que no habían actuado con la coordinación y rapidez exigibles en una situación tan crítica. La SNCB/NMBS no recurrió y fue condenada a pagar cerca de 100.000 Euros.

Las autoridades reconocieron que si no hubiera habido un problema con el idioma, el accidente se hubiera podido evitar, o al menos amortiguar. Y la desgraciada cadena de errores humanos por todas las partes (aparte del idioma) llevó incluso al presidente de la SNCB/NMBS, el cristianodemócrata flamenco Étienne Schouppe, a decir que «la ley de Murphy había actuado».

Asimismo, el gobierno belga del liberal Guy Verhofstadt se comprometió a modernizar los sistemas de comunicaciones en los trenes. Pocas semanas después del accidente, todos los maquinistas tenían al menos una línea telefónica disponible.

En un reportaje de la RTBF en 2011 (10 años después del accidente), el pueblo se mostraba aún consternado por el suceso.

 

El día de Valonia

Bandera de Valonia, que también lo es de la Federación Valonia-Bruselas (antigua Comunidad Francesa de Bélgica).
Bandera de Valonia, que también lo es de la Federación Valonia-Bruselas (antigua Comunidad Francesa de Bélgica).

A diferencia de los días de Flandes y Bélgica, la Fête de la Région wallonne o Fête de la Wallonie (Fiesta de la región valona o Fiesta de Valonia) no tiene un día fijo en el calendario: se celebra el tercer domingo del mes de septiembre. En 2018, la fiesta se celebra el 16 de septiembre.

Los actos oficiales tienen lugar tanto el sábado como el domingo: el sábado se pronuncian los discursos del Ministro-Presidente de Valonia y del presidente del Parlamento Valón, mientras que el domingo tiene lugar la llamada Cérémonie du souvenir (ceremonia del recuerdo) en el cementerio de Belgrade de Namur: en ella tiene lugar una manifestación y una ofrenda floral en varias de sus tumbas (caídos de la II Guerra Mundial y personalidades valonas). Y al igual que en Flandes, en Valonia también se otorgan con motivo de las fiestas las Medallas de Valonia (Distinction du Mérite wallon), que empezaron a concederse en 2011.

No se debe confundir el Día de Valonia con la Fiesta de la Federación Valonia-Bruselas, antigua Comunidad Francesa de Bélgica (Fête de la Fédération Wallonie-Bruxelles), que se celebra un poco más tarde, el 27 de septiembre.

 

¿Qué se celebra?

Los valones conmemoran su participación en la Revolución de septiembre de 1830 que desembocó en la independencia de Bélgica.

Sin embargo, el origen del Día de Valonia (aparece por primera vez a finales del siglo XIX aunque oficialmente se creó en 1923) tiene un doble significado: por un lado reafirmar el patriotismo de los valones y, por otro lado, reivindicar la conciencia valona y movilizar al pueblo valón en defensa de sus intereses y derechos.

A propósito de la «conciencia valona», hablaremos de ella y del movimiento regionalista valón en posts posteriores, ya que ha tenido una importancia en la historia de Bélgica mucho mayor de lo que parece.

 

¿Cuáles son la bandera y el himno de Valonia?

De un estilo muy similar a la de Flandes, la bandera de Valonia se compone de un gallo rojo sobre un fondo amarillo. Esta bandera es tanto la de Valonia como la de la Federación Valonia-Bruselas (antigua Comunidad Francesa de Bélgica).

La bandera fue concebida por el periodista bruselense Richard Dupierreux y diseñada por el artista valón Pierre Paulus en 1912, formando parte desde entonces del regionalismo valón. Los colores amarillo y rojo se corresponden con los colores históricos del antiguo Principado de Lieja (donde comenzó el movimiento valón) y la adopción del gallo evoca a los orígenes galos de la región (gallus). Asimismo, el gallo es también uno de los símbolos de la República Francesa, tan próxima a Valonia tanto cultural como históricamente.

Por último, el himno de Valonia es el Chant des Wallons (en francés) – Li Tchant des Walons (en valón), compuesto en 1900 originariamente en idioma valón (y dialecto de Lieja).

Tanto la bandera como el himno son oficiales en Valonia desde 1998.

 

 

Las elecciones de octubre (y III): Valonia y Bruselas

El ayuntamiento de Bruselas de noche. Foto propia (2017).
El ayuntamiento de Bruselas de noche. Foto propia (2017).

La estabilidad que se prevé en el norte del Bélgica (aparte de Gante) parece que no se va a cumplir en el centro y el sur del país. Y es que la caída de los partidos «tradicionales» (PS, socialista y MR, conservador) en favor de otros partidos (PTB, ECOLO, DéFi) podría hacer cambiar el panorama tanto en Valonia como en Bruselas.

Hoy cerramos nuestro ciclo de posts sobre las elecciones locales belgas comentando qué habrá que tener en cuenta tanto en la capital como en la parte francófona.

Bruselas va a ser un campo de batalla importante: hace 6 años, los socialistas ganaban las elecciones en la capital con casi un 30% de los votos, pero los últimos sondeos apenas dan a su candidato y actual alcalde, Philippe Close, menos de un 17%. Los escándalos de corrupción (como el caso Samusocial, un escándalo que salpicó a varios partidos francófonos y que provocó la dimisión del antecesor de Close, Yvan Mayeur, al frente de la alcaldía de Bruselas) le pasarán factura sin duda. El sondeo de abril, de hecho, daba la victoria a la coalición de partidos verdes (ECOLO-GROEN) por delante de los socialistas, algo que sería histórico en la ciudad.

En Valonia también está todo abierto, incluso más que en Bruselas, ya que la política valona ha sido muy poco estable en los últimos años: en julio de 2017, el Partido Socialista valón perdió el gobierno de la región tras una moción de censura impulsada por sus antiguos socios cristianodemócratas y los conservadores del Mouvement Réformateur (MR), dando el gobierno a Willy Borsus (MR). Es el primer ministro-presidente valón no socialista desde 1985.

  • Son unas elecciones clave para el Parti Socialiste (PS): partido hegemónico durante años en Valonia y con una fuerte influencia, su ausencia en el gobierno federal y en el gobierno valón es un hecho insólito en la historia belga. Tras un 2017 muy aciago en el que algunas encuestas preveían su caída hasta la tercera posición, parece que el PS recupera un poco los colores y podría mantener Charleroi, su bastión, aunque con resultados muy bajos, además de otros ayuntamientos como Tournai o Mons (gobernada por el ex-Primer ministro Elio di Rupo).
  • En el post anterior dijimos que Gante iba a protagonizar la gran batalla política en estas elecciones en Flandes, y Lieja lo hará en el sur. La fuerte caída socialista (cerca de la mitad de los votos) podría poner en peligro este otro bastión socialista junto con Charleroi, aunque todo indica que se mantendría un gobierno de izquierdas en la ciudad ya que el PTB (del que hablaremos a continuación) y los verdes de ECOLO podrían recoger ese voto.
  • El Parti du Travail de Belgique (PTB) será probablemente el gran protagonista en estas elecciones: partido situado a la izquierda de los socialistas y los verdes (ECOLO), ha encontrado un gran nicho de votos en electores de izquierda (sobre todo socialistas) descontentos. Y los resultados de las encuestas son claros: alcanzarían cerca de un 20% en Charleroi y un 17% en Lieja, principales ciudades valonas.
  • De la parte conservadora, el MR parece que se mantiene y revalidará la alcaldía de Wavre (el ayuntamiento valón más grande que gobierna). Será interesante ver si los demócratas cristianos del CDH caen de manera estrepitosa tal y como predicen todas las encuestas (perderían en Namur, el ayuntamiento más grande en el que gobiernan, casi la mitad de los votos) y ver el desempeño de DéFi, un partido que poco a poco se va haciendo con un hueco en el panorama político valón, escindido del MR en 2011 y caracterizado por una fuerte oposición al nacionalismo flamenco.

Esperamos haberos dibujado de una manera más o menos nítida y amena el panorama ante las elecciones que vienen. Sin duda serán muy interesantes en esta parte del país.

 

 

 

Las elecciones de octubre (I): introducción

Mi papeleta de voto para las elecciones locales de 2012. Foto propia.
Mi papeleta de voto para las elecciones locales de 2012. Foto propia.

El próximo 14 de octubre se celebrarán en Bélgica elecciones locales y provinciales. Al contrario que en España (en donde se celebran cada cuatro años), en Bélgica se celebran cada 6 años.

Según las estadísticas de finales de julio, unos 8,1 millones de electores están llamados a las urnas (recordemos que en Bélgica el voto es obligatorio): de esos 8,1 millones de electores, casi 5 son flamencos, 2,6 son valones, 623.000 son de Bruselas y unos 51.000 pertenecen a la comunidad de habla alemana. La estadística también hace distinción entre belgas y extranjeros (ya que estos últimos pueden votar en las municipales).

El 14 de julio se inició el proceso electoral, que terminará el día de las elecciones. Si queréis más información, en este cuadro podéis ver las fechas y los plazos. Las regiones (flamenca, valona y bruselense) son las encargadas de organizar las elecciones locales y provinciales a excepción de las elecciones locales en los ayuntamientos de habla alemana, que son organizados por la Comunidad Germanófona.

Los extranjeros pueden elegir si votar o no, pero si eligen votar, ya están obligados a hacerlo igual que los belgas en futuras convocatorias. Este voto (sobre todo europeo y principalmente en Bruselas) ha sido objeto de una amplia campaña para intentar implicar a estos ciudadanos en la vida política de los ayuntamientos en los que residen.

En próximos posts dibujaremos brevemente el paisaje electoral belga y qué podemos esperar de estas elecciones, que van a ser especialmente interesantes al sur del país.

 

¿Cómo se vota?

Bélgica tiene un sistema de listas abiertas. Y aunque en muchos sitios aún se vota en papel, yo voté por ordenador, que es la manera que se va extendiendo por todo el país. Y os voy a contar cómo fue ese proceso de votación, ya que yo lo viví con especial ilusión al poder implicarme por primera vez en la vida política del país en el que vivía.

Recibí en mi casa el papel que se ve en la imagen. El de mi ex-pareja (belga) era blanco, pero el mío era azul.

Los colegios electorales abren de 8 de la mañana a 4 de la tarde, por lo que muchos belgas acuden a votar temprano por la mañana. Las colas son largas, y según me contó mi ex, los bares y cafeterías cercanos a los colegios abren desde bien temprano porque saben que muchos aprovechan para tomar algo después de votar. Y efectivamente, las terrazas de Amberes estaban totalmente llenas. Recuerdo que el día además era soleado.

Cuando llegué a la mesa electoral, di mi carnet de identidad a una de las personas de la mesa, me dieron una tarjeta blanca y me metí en la cabina que me dijeron (había dos). Como extranjero, sólo podía votar al ayuntamiento y al distrito, por lo que sólo me aparecieron esas opciones en la pantalla (a los belgas les aparecía también la opción de votar por el consejo provincial). El sistema te deja escoger primero el partido (cada uno tiene un número de lista) y luego, dentro de la lista del partido, puedes elegir votar a una persona en concreto o a la lista entera. Yo elegí votar a la lista entera en ambos casos.

Una vez terminé de votar, el ordenador imprimió un papel alargado que tuve que introducir en una gran urna negra precintada que estaba al lado de la cabina. Supongo que será un back-up en caso de que falle el ordenador.

He incluido un vídeo explicativo del gobierno flamenco en el que se puede ver el voto paso a paso, con una diferencia: yo no recuerdo que el papel que me dio la máquina tuviera un código ni que tuviera que escanearlo, pero también hay que tener en cuenta que han pasado 6 años…

 

En próximos posts os contaremos cómo serán las elecciones en Flandes, Valonia y Bruselas.

 

La tragedia de Marcinelle

Mina del Bois du Cazier en la actualidad.
Mina del Bois du Cazier en la actualidad. © Danielle Bizjak / Wikimedia Commons

Cuando empecé a pensar en el blog y en los artículos que quería publicar, quise en principio hablar únicamente de Bélgica o de temas comunes en Bélgica y España. Sin embargo, creo que este importante episodio merece un capítulo aparte y está relacionado con un país que tiene una relación íntima con Bélgica: Italia.

Entre finales de los años 40 y mediados de los años 60, se calcula que unos 300.000 italianos llegaron a Bélgica. Durante mucho tiempo, han sido el grupo inmigrante más numeroso en este país. Su impronta es bien visible en la Bélgica actual, hasta el punto que algunos de los personajes más importantes del país como por ejemplo el antiguo Primer Ministro Elio di Rupo o el famoso cantante Adamo son hijos de esa inmigración.

En los duros años de la posguerra europea, los gobiernos de Bélgica e Italia firmaron un acuerdo de inmigración (1946) para facilitar la llegada de trabajadores italianos al país, sobre todo a Valonia: en Bélgica faltaba mano de obra para trabajar en las minas de carbón de la región y en Italia el paro era galopante, por lo que se firmó un «intercambio» de mano de obra italiana por carbón belga, el conocido por algunos como «accordo braccia-carbone» (acuerdo «brazos-carbón»): por este acuerdo, Italia enviaría a Bélgica a unos 2000 obreros a la semana (hasta un total de 50.000), y a cambio, los belgas venderían a los italianos carbón a bajo precio.

Las condiciones de vida para estos inmigrantes eran muy duras, y en una zona minera como Marcinelle (cerca de Charleroi, provincia de Henao), lo eran especialmente: el primer pozo databa de 1830 y las medidas de seguridad eran muy modestas. Aparte de eso, muchos italianos se quejaban del trato vejatorio hacia ellos en su nueva tierra, hasta el punto que en algunos bares y restaurantes había carteles que decían «Prohibidos perros e italianos».

 

¿Qué ocurrió en Marcinelle?

El 8 de agosto de 1956, hacia las 8 de la mañana, se produjo el accidente en la mina llamada Bois du Cazier, cerca de Marcinelle: un problema en uno de los ascensores que transportaban el carbón (según la investigación posterior, probablemente por un malentendido entre el minero que estaba arriba y el que estaba abajo) provocó un terrible incendio que rápidamente se extendió por las galerías, abrasando y sofocando a los mineros: sólo 12 se salvaron, y el número de víctimas ascendió a 262, de las cuales 136 eran italianas y 95, belgas. Las labores de rescate duraron dos semanas, hasta que el 22 de agosto se dieron por terminadas ante el grito horrorizado de uno de los hombres que participaron en ellas, «Tutti cadaveri!».

Italia quedó profundamente conmocionada por la noticia: no sólo por el accidente, sino también por las revelaciones sobre las condiciones de vida de sus paisanos. Tal fue el impacto que el gobierno italiano rompió el acuerdo y durante un tiempo las relaciones entre Italia y Bélgica fueron bastante complicadas.

 

Consecuencias

En 1959 se celebró el juicio por la tragedia, en el que sólo un ingeniero fue declarado culpable y condenado a 6 meses de cárcel: tanto los mineros involucrados en el accidente (uno de los cuales, italiano, apenas pudo expresarse en el juicio porque hablaba muy poco francés) como los responsables de la mina fueron absueltos y muchos familiares de las víctimas consideraron que el juicio había sido una pantomima. Ese mismo año, Italia y Bélgica firmaron un nuevo acuerdo de inmigración aunque no enfocado a la minería.

El accidente en Marcinelle se produjo en un momento en el la minería belga empezaba su declive. Pocos años más tarde, en 1967, la mina del Bois du Cazier fue clausurada, y en 2012 declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (junto a otras minas belgas) por su importancia cultural e histórica. Hoy en día está abierta al público.

Hoy en día, los políticos italianos siguen recordando la tragedia de Marcinelle, como fue el caso de la anterior presidenta de la Cámara de Diputados de Italia Laura Boldrini, al celebrarse el 61 aniversario de la tragedia en 2017.

‘Sois Belge et tais-toi!’

Mi documento de registro en el Ayuntamiento de Bruselas como ciudadano de la Unión Europea. Foto propia.
Mi documento de registro en el Ayuntamiento de Bruselas (modelo Unión Europea), que certificaba mi empadronamiento en Bélgica. Foto propia.

*’¡Sé belga y cállate!’, nombre de una comedia belga francófona representada en el teatro durante años.

Jamás me han dicho esa frase (afortunadamente), pero cuando uno pasa mucho tiempo en otro país llega un momento que es inevitable: la conversión a los usos y costumbres del lugar en el que vives.

Realmente en mi caso sería más ‘sé flamenco’, porque en Flandes y en Valonia hay algunas variaciones, pero básicamente los belgas se comportan igual a ambos lados de la frontera lingüística. Me he permitido enumerar algunos de ellos y cómo me adapté (o no) a ellos:

  • Los horarios

Los belgas son quizás algo más madrugadores que los españoles, aunque empiezan a trabajar a la misma hora que en España. Almuerzan a las 12 y cenan a las 6, y en algunos casos se acuestan a las 9-10 de la noche. Viviendo en pareja me costó bastante amoldarme a esos horarios (sobre todo la cena), pero viviendo solo no los respetaba, la verdad.

  • Las comidas

Para los belgas, la cena es la comida más importante del día, ya que tanto el desayuno como el almuerzo suelen ser pequeños (sandwiches o lo que ellos llaman «sopa», que puede ser un consomé o un puré). La cena en cambio es abundante y generalmente de 2 platos o un gran plato combinado. Esto me llamó mucho la atención, como me lo llamó lo que ellos consideran una «comida de fin de semana»: teniendo en cuenta que estaba acostumbrado a una gran comilona (tipo «la paella de los domingos»), debo admitir que me llevé una decepción cuando me sirvieron pan de molde, fiambre y café y bollería de postre, que es la comida típica de fin de semana. Con el tiempo me acostumbré a ello e incluso viviendo solo comía así.

  • La vestimenta

Esto quizás es más flamenco que valón, ya que tienen un gusto algo distinto: en Flandes son enemigos de las zapatillas deportivas y de los calcetines blancos, que consideran «chonis», y yo mismo los desterré de mi vestuario (salvo para hacer deporte) por consejo de mi ex. Tampoco son de sudaderas y chándales, sino de camisa y jersey. En general tienen muy buen gusto vistiendo, la verdad, y de hecho la moda flamenca es reputada en todo el mundo.

  • El protocolo

En muy contadas ocasiones se dan besos cuando conocen a alguien y en una mesa jamás se empieza a comer hasta que el anfitrión lo hace (en España creo que esto no es tan estricto). Asimismo, tampoco se debe aceptar una invitación inmediatamente a tomar algo, sino rechazarla la primera vez y sólo aceptarla si te insisten. Y como sucede en otros muchos países europeos, hablan muy bajo. Ni qué decir tiene que estas cosas las llevaba regular… aunque en general entendían que no siendo de allí, podía «saltármelas» un poco. De todos modos tampoco me hubieran dicho nada, ya que jamás te recriminan nada directamente: se lo guardan. Y en privado son sorprendentemente cotillas y chismosos, cosa que pensaba que sólo ocurría en España.

  • La conversación

Los belgas en general (y sobre todo los flamencos) detestan hablar de dinero y política (casualmente los holandeses son todo lo contrario, por ejemplo), temas que consideran tabú incluso entre amigos en algunos casos. Y si eres español, te preguntarán (con extrañeza) qué haces en Bélgica pudiendo vivir en España con sol y calor. No falla.

En general no puedo decir que la adaptación al modo de vida belga haya sido muy complicada, pero es cierto que hay algunas pequeñas diferencias que han dado lugar a anécdotas curiosas, como cualquier extranjero.

He enumerado los casos más llamativos, pero hay más. ¿Habéis tenido alguna experiencia así con belgas o hay algún otro punto que os haya llamado la atención de su cultura?