Bélgica vive desde hace meses sumida en un impasse sin precedentes: no hay gobierno a nivel federal y durante el verano, tampoco lo ha habido en ni en Valonia ni en Flandes (en esta última región no lo hubo hasta ayer mismo). Por eso, la noticia del acuerdo de gobierno en Valonia publicada hace unas semanas fue ampliamente recogida por la prensa de todo el país, especialmente en la del sur.
El acuerdo alcanzado entre las tres fuerzas políticas valonas con mayor número de escaños (socialistas, conservadores y verdes) hará ministro-presidente de Valonia a un viejo conocido: Elio di Rupo, que será investido por tercera vez para el cargo (ya ocupó este puesto entre 1999 y 2000 y entre 2005 y 2007).
Ex-ministro federal, ex-primer ministro de Bélgica, ex-ministro-presidente de Valonia, ex-ministro de la Comunidad Francesa, ex-alcalde de Mons… la carrera política de Elio di Rupo es tan intensa como la historia personal que de él conocemos. Hoy nos acercamos a esta importante figura y a sus distintas «vidas» en todos los ámbitos de la política belga.
Breve biografía
Elio di Rupo nació en Morlanwelz (Henao) el 18 de julio de 1951, siendo el pequeño de una familia originaria de la región italiana de los Abruzos y el único miembro de la misma nacido en Bélgica. Su padre murió en un accidente cuando él apenas tenía un año de edad, dejando a su madre viuda y a cargo de siete hijos.
Licenciado en Químicas por la Universidad de Mons y doctor por la Universidad de Leeds (1977), Di Rupo compaginó durante años su carrera profesional en la Universidad de Mons (investigación) con su militancia socialista, siendo elegido concejal en el ayuntamiento de esta ciudad por primera vez en 1982. Posteriormente fue diputado en la Cámara de Representantes (1987), eurodiputado (1989), senador (1991) y en 1992, finalmente, entró por primera vez en un gobierno al ser elegido ministro de Educación de la Comunidad Francesa.
En 1994 entró en el gobierno federal, siendo nombrado viceprimer ministro y ministro de Comunicaciones y Empresas Públicas hasta 1995, año en que fue nombrado viceprimer ministro y ministro de Economía y Telecomunicaciones, cargo que ocupó hasta 1999. Entre 1999 y 2000 fue ministro-presidente de Valonia y en 2000 ganó las elecciones a la alcaldía de Mons, siendo alcalde de esta ciudad hasta 2018 (salvo cuando ha ocupado otros cargos que no eran compatibles). También fue, entre 2005 y 2006, consejero del banco Dexia (hoy Belfius).
Fue presidente del PS entre 1999 y 2011 (tuvo que dejarlo cuando se convirtió en primer ministro) y volvió a ese puesto en 2014, aunque dejará el cargo definitivamente a finales de octubre de este año. Personaje fundamental del socialismo francófono desde hace más de 30 años, Di Rupo ha tenido una presencia muy importante durante muchos años en la vida política belga, sobre todo desde 2007, ya que fue cabeza de lista del PS en la Cámara de Representantes, y ha sido testigo de excepción de toda la crisis política belga entre 2007 y 2011. Y fue en la política federal en la que, de manera inesperada, alcanzó el cénit de su carrera al ser nombrado primer ministro en diciembre de 2011, poniendo fin al récord de 541 días sin gobierno. Di Rupo fue además el primer francófono que accedía al puesto de primer ministro desde 1974, año en el que dejó el poder el también socialista francófono Edmond Leburton.
En las elecciones de 2014, en las que Di Rupo aspiraba a revalidar su mandato, el PS volvió a ser el partido más votado de Valonia (aunque perdió 3 escaños) y en general, los partidos con los que gobernó en coalición obtuvieron unos resultados bastante aceptables. Podría haber repetido la coalición gubernamental, pero la fuerte subida del N-VA en Flandes hacía inevitable que este partido entrara en el gobierno, y por lo tanto, inviable que el PS siguiera en el poder. Finalmente, se votó una nueva coalición de centro-derecha y nacionalista flamenca que hizo primer ministro a Charles Michel (MR) y Di Rupo volvió a su puesto como alcalde de Mons.
El tono moderado y relajado de sus intervenciones y su aspecto siempre cuidado, con sus gafas y sus famosas pajaritas, han dejado una importante huella en el imaginario de los belgas, si bien la popularidad de la que goza en el sur francófono (prueba de ello son sus resultados electorales) contrasta con la frialdad y hostilidad con la que se le ve en el norte flamenco, incluso entre algunos socialistas.
El caso Trunsgach
La dilatada carrera política de Di Rupo estuvo a punto de irse al traste en 1996, cuando un joven llamado Olivier Trusgnach le acusó de haber abusado sexualmente de él cuando era menor de edad. La acusación se produjo en el contexto de una Bélgica conmocionada por los crímenes de Marc Dutroux.
El escándalo Trunsgach fue un duro golpe para Di Rupo, ya que además de haber recibido una acusación gravísima en un momento en el que la sociedad belga estaba consternada por las atrocidades de Dutroux, hizo que admitiera públicamente su homosexualidad, algo poco habitual en aquella época. Sin embargo, fue absuelto de esta acusación.
A pesar de todo, la sombra de este escándalo ha aparecido de vez en cuando en la vida de Di Rupo: la última vez fue en marzo de 2014, cuando el diputado Laurent Louis le llamó «pedófilo» en plena sesión parlamentaria.
El neerlandés
Resulta evidente que para dar el salto a la política nacional en Bélgica hay que tener un nivel perfecto de los dos idiomas principales del país (francés y neerlandés). No es el caso de Di Rupo, que empezó a estudiar neerlandés con casi 50 años y al que varios medios flamencos han cuestionado su bajo nivel en este idioma, llegando a decir que traducía literalmente las frases del francés al neerlandés, lo cual daba lugar a expresiones confusas en ruedas de prensa. Algunos medios dicen incluso que tampoco habla bien italiano, que se supone que es una de sus lenguas maternas (junto con el francés).
Preguntado al respecto, Di Rupo confesó que tiene problemas para entender neerlandés debido a un accidente de tráfico que sufrió hace años y que le dejó con problemas de audición.
Los comentarios sobre su nivel de neerlandés llegaron incluso al primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, quien tras una reunión con Di Rupo, declaró que hablaba bien neerlandés y que su reunión con él había transcurrido en ese idioma sin ningún problema, zanjando así la polémica.
Di Rupo, que tiene 68 años, comienza ahora un nuevo episodio en su intensísima carrera política. La prudencia que le caracteriza y los innumerables equilibrios que sin duda aprendió a hacer durante su etapa en la política federal le han servido para alcanzar un acuerdo de gobierno entre partidos que durante mucho tiempo han tenido una fuerte rivalidad.
Un superviviente que previsiblemente tendrá ahora unos años de tranquilidad.