Casi 2 años han pasado desde que Bélgica tuvo un gobierno estable por última vez: a principios de diciembre de 2018 comentamos aquí la caída del gobierno de Charles Michel y, posteriormente, los resultados de las elecciones, que mostraron una fuerte polarización hacia la derecha en Flandes y hacia la izquierda en Valonia, lo cual dificultaba enormemente la negociación de un gobierno con una mayoría de diputados suficiente a ambos lados de la frontera lingüística.
Sin embargo, y después de unas elecciones, una crisis sanitaria (no terminada, desgraciadamente) y una serie de circunstancias que explicaremos a continuación, Bélgica tiene un gobierno encabezado por el liberal flamenco Alexander de Croo y apoyado por liberales (MR y Open VLD), socialistas (PS y SP.A), verdes (Ecolo-Groen) y democristianos flamencos (CD&V, sin los francófonos del CDH). Se trata de una coalición que cuenta con el apoyo de la parte francófona (47 diputados de 63) pero sin mayoría en la parte flamenca (41 diputados de 87), lo cual ha suscitado fuertes críticas de los nacionalistas flamencos. Pero la suma total da 87 diputados, lo cual significa que cuenta con la mayoría absoluta de la cámara (150). Contrariamente a lo que se piensa, no es obligatorio (aunque sí aconsejable) que un gobierno tenga mayoría en ambos grupos lingüísticos, y de hecho, el gobierno Michel tampoco tenía mayoría en el lado francófono.
Ha costado mucho llegar a esta coalición «Vivaldi», llamada así porque cada una de las cuatro familias de partidos que la componen representan una estación del año, como en la obra más famosa del compositor italiano, Las cuatro estaciones. Vamos a intentar resumir lo máximo posible qué ha ocurrido en estos meses y cómo hemos llegado hasta aquí.
El gobierno de emergencia de Sophie Wilmès.
Tras la caída del gobierno en diciembre de 2018 por la oposición del N-VA al pacto migratorio de Marrakech, se había optado por aguantar hasta las elecciones de mayo de 2019 con un gobierno en affaires courantes (en funciones). Sin embargo, el resultado tan polarizado en las elecciones había sido un jarro de agua fría para todos y la parálisis se instaló en la vida política belga: los líderes parecían incapaces de encontrar una salida adecuada con los resultados salidos de las elecciones, que no ofrecían mayorías estables.
Pocos movimientos realmente importantes se produjeron entre mayo de 2019 y marzo de 2020 más allá de las misiones infructuosas de varios informateurs como Koen Geens (ministro de Justicia) o el dúo Sabine Laruelle/Patrick Dewael (presidentes del Senado y de la Cámara de Representantes, respectivamente), que seguían sin encontrar una solución al problema: quizás la idea más llamativa fue la «coalición espejo» propuesta por el líder del CD&V Joachim Coens: que los partidos en el gobierno en Flandes y Valonia se «reflejaran» en el gobierno federal y formaran parte de él, idea que fue fuertemente criticada por parte francófona por «olvidar» a Bruselas. Por otra parte, las coaliciones Arizona y Vivaldi empezaban a sonar como posibles soluciones.
La crisis del Covid-19 y la necesidad de que el gobierno tomara decisiones importantes que no podían tomarse estando en funciones parecieron sacar a la política belga del impasse. Y así fue cómo Sophie Wilmès, que había sido nombrada primera ministra en funciones el 27 de octubre tras la salida de Charles Michel, fue elegida Primera Ministra con plenos poderes para actuar contra la pandemia, con el apoyo extraordinario de 10 partidos políticos de la Cámara.
Con un mandato estable para varios meses y con fuertes restricciones a causa de la pandemia, la política quedó durante un tiempo aparcada, ya que Bélgica presentó además unas cifras realmente malas durante varias semanas. Sin embargo, con la llegada del verano y la mejora de la situación, los líderes políticos volvieron al trabajo.
Arizona: la unión ¿deseable? imposible
Hemos comentado en más de una ocasión la fuerte rivalidad que hay entre el partido socialista francófono (PS) y el partido nacionalista flamenco (N-VA): sus postulados son prácticamente opuestos y son los partidos más votados en sus respectivas regiones. La idea de sentar a ambos partidos en la misma mesa de negociación se hacía muy complicada pero parecía igualmente necesaria para intentar desbloquear la situación.
A finales de junio/principios de julio, los líderes de los 3 partidos que formaban parte del gobierno Wilmès (llamados «los tres Reyes Magos»), empezaron una serie de consultas para acercarse a varios partidos políticos, principalmente al N-VA y al SP.A (socialistas flamencos), pero, paralelamente, el PS y el N-VA iban reconociendo que tenían que dejar a un lado sus diferencias. Finalmente, el 20 de julio, los líderes de ambos partidos Paul Magnette y Bart de Wever recibían del rey Felipe el encargo de buscar una mayoría de gobierno.
Así fue como comenzaba el intento de la «vía Arizona», llamada así por sus colores, que representan a los partidos que en principio podían integrarla: rojo (socialistas), azul (liberales), amarillo (nacionalistas) y naranja (democristianos).
Sin embargo, las fuertes diferencias entre De Wever y el joven líder liberal francófono Georges-Louis Bouchez acabaron con la retirada de la familia liberal de la negociación, por lo que la posible coalición perdía su mayoría parlamentaria. Las negociaciones continuaron, pero un comunicado conjunto de liberales y verdes mostrando su rechazo a los puntos del acuerdo que se iban haciendo públicos hirió de muerte la misión de Magnette y De Wever.
Finalmente, el 14 de agosto ambos líderes presentaban su dimisión. La posibilidad de un histórico acuerdo N-VA/PS se desvanecía… por la influencia de un tercero.
Los liberales toman el mando
Tras unos días de confusión, en los que incluso la posibilidad de elecciones anticipadas estuvo presente, el 18 de agosto el líder liberal flamenco Egbert Lachaert aceptaba del rey la misión de buscar una nueva mayoría de gobierno.
Tras unas semanas de consultas, a principios de septiembre se empezaban a ver varios signos positivos en las reuniones entre partidos: en principio eran 8: los liberales (MR y Open VLD), socialistas (PS y SP.A), verdes (ECOLO-Groen) y democristianos (CD&V y CDH), aunque los democristianos francófonos finalmente cayeron de las negociaciones.
El hecho de que la coalición no tuviera una mayoría de votos en el lado flamenco (41 de 87) despertó fuertes críticas desde el inicio, sobre todo por parte del N-VA, que además se ha sentido traicionado por los liberales (con los que gobierna en Flandes).
La importancia e influencia de los liberales en este proceso ha sido tan grande que ellos mismos estuvieron hace unas semanas a punto de «cargarse» también esta negociación por unas polémicas palabras de su líder francófono Bouchez sobre quién encabezaría el próximo gobierno.
Finalmente, las aguas volvían a su cauce y el 28 de septiembre se anunciaba que un acuerdo de gobierno sería «inminente», acuerdo que se cerró el 30 de septiembre con el nombramiento del liberal flamenco Alexander de Croo, de 44 años, como nuevo primer ministro y la jura de su gobierno, compuesto por 14 ministerios y 5 secretarías de Estado con rango de ministerio.
Bélgica ha tardado 493 días en formar gobierno desde las elecciones del 26 de mayo de 2019, pero si tenemos en cuenta que el gobierno de Michel cayó el 18 de diciembre de 2018 (y sin tener en cuenta el paréntesis de Wilmès por la crisis del Covid-19), el país ha estado realmente 652 días sin un gobierno estable.
¿Qué le espera al gobierno De Croo?
Sin duda la crisis del Covid-19 ha cambiado toda la política de los países, y a eso tendrá que hacer frente De Croo, quien junto al líder socialista Magnette, presentó el día 30 su programa de gobierno fruto de los acuerdos alcanzados con los otros partidos. No en vano, uno de los puestos del nuevo gobierno es una secretaría de Estado para la Recuperación Económica, con rango de ministerio, encabezada por el socialista francófono Thomas Dermine.
Más difícil incluso parece la lucha política con los otros partidos de la cámara (la extrema izquierda del PVDA-PTB, el N-VA y la extrema derecha del Vlaams Belang), algunos de los cuales ya ha anunciado una oposición «por tierra, mar y aire» a este gobierno que consideran «ilegítimo». Mucho tendrá que trabajar y pelear su gobierno para ganar la batalla de la opinión pública, especialmente al norte del país, donde preocupa y mucho la subida del Vlaams Belang, primer partido de Flandes según las encuestas.
Las próximas elecciones belgas están previstas para 2024. La situación interna no es estable y está fuertemente condicionada por las circunstancias actuales. Le deseamos mucha suerte al nuevo primer ministro, sin duda la va a necesitar.